El juego había durado meses. Cuantos? No era interés del Inductor de la Verdad saberlo. Su trabajo era hacer que el Librepensador viera su error. Que se diera cuenta de que el tener pensamientos en contra del proceso era erróneo, pecaminoso, intolerado.
Con impecable traje oscuro y corte de cabello de acuerdo a los reglamentos, el Inductor esperaba por su “paciente” sentado de su lado de la mesa ubicada en el medio de un cuarto perfectamente blanco. Era todo parte de la rutina.
En la mesa la jarra de agua, vasos, archivos y parte del instrumental utilizado para hacer que el paciente viera la verdad. Al frente de esta mesa estaba la silla de interrogatorios. Una suerte de silla de dentista con amarras diseñada para ser realmente incomoda para su habitante.
La puerta se abre y entra un hombre flaco, golpeado. Mas que un hombre, el fantasma de uno. La boca con dientes negros. El rostro y el cuerpo desnudo surcado por diversas cicatrices en distintos estados de “frescura” e infección. Y curiosamente, sus ojos con una mirada brillante y curiosa.
Sin mediar palabras entre ellos, ambos tomaron posiciones para la obra que se llevaría a cabo ese día, como todos los días durante los últimos 3 meses.
El dolor inflingido por el Inductor de la Verdad para hacer que el Librepensador cambiara su forma de pensar. Y la terquedad de este en no hacerlo. Los gritos de dolor y espanto del librepensador, y la suave y conciliadora voz del Inductor. Todo parte de la rutina.
Y siempre la misma respuesta: “Es que no lo ves porque te dejaste enceguecer, no importa lo que hagas soy libre, no importa donde me encierres soy libre, no importa lo que yo diga soy libre. Ambos lo sabemos, por que continuas con esto? Aun si te diera la razón y dijera al mundo que Yo, el Librepensador, creo que el proceso es lo mejor, tu sabrías tan bien como yo que en mi mente yo sigo en contra. Por que es en mis ideas que se encuentra mi verdadera libertad. Si algún día lo perdiera, seria porque estoy muerto. Y aun así... ”
Y el Inductor le mostraba números, le mostraba testimonios, le mostraba el dolor y el terror. Y aun así la respuesta seguía inalterable “Tu sabes tan bien como yo que no es así”
Y lo sacaban a rastras del cuarto blanco. Algunas veces a que lo “repararan”, otras a su celda, y otras mas simplemente lo dejaban tirado en el patio.
Pero hoy había algo diferente. Luego de sentarse en la silla el Librepensador vio una expresión en el rostro del Inductor parecida a la de la comprensión de un misterio largo tiempo encontrado.
“Ahora se, mi estimado compañero, por que se aferra tanto a su posición. Orgullo... Orgullo, y la necesidad de todo padre de demostrarle a su hijo que es un hombre integro, valiente, que no le teme a sus enemigos. Pero como siempre le he dicho, compañero, todo puede cambiar. Es el estado natural de las cosas el cambio”
Con una leve sonrisa en el rostro, el Inductor toma un sobre grande de la mesa y lo vacía. De entre los diversos papeles toma un par de fotos grandes y se acerca al Librepensador.
“Esto mi amigo es la prueba irrefutable que todo cambia” Le dice mientras muestra unas fotos de su hijo con el uniforme de los Jóvenes Liberadores de la Patria. “Su hijo, su propia simiente, la razón para mantener tu actitud, es un adepto al gobierno y al proceso”
Durante unos segundos el librepensador ve la foto. Luego, con una leve sonrisa levanta su rostro y viendo al Inductor al rostro le dice “Mi hijo es libre. Y mas allá de lo que me muestras lo único que has hecho es probarlo. El siempre tuvo la libertad de ser parte del gobierno. Al contrario de ti.”
El Inductor se levanta de la banqueta y se acerca a la silla donde esta amarrado el Librepensador. “Uhm... Bueno, tal vez te interese saber que tu esposa y tu hijo murieron al poco tiempo de tomada esta foto.”
Por un momento una tristeza profunda asoma al rostro del Librepensador, tristeza solo comparable a la alegria del Inductor "Por fin rompi su armadura de falsa creencia!. Ahora si aceptará la verdad del sistema!" penso durante ese momento el Inductor.
"Gracias... " dijo el Librepensador su rostro ganando una paz increible, casi hermosa. "Has mostrado algo que te he dicho una y otra vez. ¿Por que matarlos si no piensan como tu? ¿Por el crimen de ser libres o por la demostración a los demas de que pueden tomar esa libertad?". Con una leve sonrisa el Librepensador voltea a la mesa y fija su mirada en una foto entre el monton de papeles, su favorita.
Un momento de panico atenaza el corazon del Inductor. Con un rápido movimiento desenfundo su pistola de reglamento y dispara.
El estampido del trueno despertó al Librepensador. Era extraño porque no había una nube en el cielo de la playa. A su lado dormía su esposa y en el agua su hijo jugaba. Parecían tener mucho tiempo ahí. El bronceado, todo. Ella abre los ojos y le dice. “Al fin llegaste tuviste un vuelo agradable?”
El la mira y con el corazón lleno de amor, y la mente libre le dice, “no... Pero llegué, y hoy creo que me quedaré” Se acerca a ella y la besa.
El equipo de limpieza acababa de lavar los últimos rastros de los sesos del Librepensador del espaldar de la silla. Sentado tras del escritorio, el Inductor medita acerca de su fracaso.
De entre los papeles que están sobre su escritorio y que vienen del sobre ve una postal de una isla en el mar. Y por primera vez en 25 años con el proceso un pensamiento no alineado con las políticas del partido lo invadió. Deseó estar con todas sus fuerzas en esa playa en lugar de en su cuarto blanco.
Y así mientras esperaba su próximo paciente, cerro los ojos y escapo a la playa.