Así me gusta imaginarlo. Sentado en una mesa de ajedrez, alumbrado por el sol de medianoche en una de esas playas suecas llenas de piedras, viento y olas. Su oponente, esa majestuosa e inquietante muerte de capa negra, blanca tez y hoz. El público, Max von Sydow, Gunnar Bjornstrand, Ingrid Thulin, Bibi Andersson, Harriet Andersson, Erland Josephson y Liv Ullman. Cada jugada de el es una pieza maestra. Persona, El Séptimo Sello, Fanny y Alexander. La muerte usa sus tradicionales tiempo, enfermedad y tribulaciones. El imprime genio, vida y mensaje a cada jugada ella, paciencia.
Maestro del blanco y negro y del color. Considerado como uno de los directores mas influyentes de la historia, e incluso, según Woody Allen, como el mas grande artista desde la invención del cinematógrafo. Siempre aconsejaba a los jóvenes directores a hacer cine con mensaje. Aún cuando el mismo no estaba seguro del mensaje de muchas de sus películas.
Pero como todo, ese juego llega a su fin. Ingmar Bergman se levanta sonreído. Derrotado y victorioso. Por que aunque ha muerto, es inmortal. y así se va caminado en contra luz escoltado por la muerte rumbo al infinito.
